La palabra. Que peso el de una palabra. Y ni hablar del efecto de dos palabras. Cualesquieras que sean, bien escogidas y en momento justo se convierten en arma.
Sin embargo, el resplandor de una mirada, el recuerdo de una caricia, la electricidad de una idea, el ardor que brota de los ideales y mi sonrisa viendo tus sueños... destruyen todas las palabras, rompen las mejores estructuras sintácticas, desmoronan los versos y dan paso a un silencio huracanado, al remolino, a la oleada, al temblor, a los latidos... a la tranquila certeza de quien calla porque sabe que lo mejor de una palabra es que no haga falta.
domingo, 17 de octubre de 2010
otra vez la noche
La noche da paso a verdades guardadas en silencio.
El silencio se convierte en compañia dulce.
La dulzura se esconde en la sonrisa de pequeños que encuentro por las calles.
Las calles siguen siendo laberintos.
Y en los laberintos siempre me encuentro de noche, junto a las verdades que guardo en silencio.
Porque ya no encuentro oídos que quieran escucharlas o porque mis labios se niegan a pronunciarlas.
Aqui sigue la noche, y también mis silencios.
El silencio se convierte en compañia dulce.
La dulzura se esconde en la sonrisa de pequeños que encuentro por las calles.
Las calles siguen siendo laberintos.
Y en los laberintos siempre me encuentro de noche, junto a las verdades que guardo en silencio.
Porque ya no encuentro oídos que quieran escucharlas o porque mis labios se niegan a pronunciarlas.
Aqui sigue la noche, y también mis silencios.
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