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miércoles, 9 de mayo de 2012

Huracanada

Dos tormentas oscuras y rabiosas se incrustan en mis ojos la helada ira congela mi sangre la lengua se convierte en espada las palabras hieren, rompen, revientan... como cristales punzantes Un grito agudo, altísimo, espeluznante... suplica auxilio, llora sin lágrimas Entonces llegan tus ojos con su derroche de calidez y calma a deshacer el grito con susurros a deshelar la sangre a calentar la piel y el alma Llegas para ahuyentar al Tiempo, el más aterrador de mis fantasmas quien con sus barbas largas, desde siempre me persigue, me acorrala en mi cabeza y desde afuera, en los muros de concreto y en las murallas de viento. El Tiempo, es un enemigo con el que a veces me reconcilio pero esa reconciliación está ligada a tu presencia generada por tu compañía, inducida por tu palabra Me descubro en la dependencia y la tormenta, otrora rabiosa, se transforma en cálida alegría.
Me tomo una taza de té con el mismo impulso que se devora un trago de ron seco. Advierto que guardo dentro un infierno que quisiera apagar. Sé que el té no le hará nada a ese infierno, sé incluso que si de verdad fuese un ron, tampoco le haría nada. Hay cosas que guardamos dentro en contra de nuestra voluntad, son parásitos del alma, que nos opacan el ánimo y con los que tenemos que lidiar. Venga otro trago fuerte! Té caliente y sin azucar pa´que duela más.