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martes, 27 de octubre de 2009

Verdades alucinadas

Miranda me observa con el ceño fruncido. El ímpetu de esa mirada que en otrora inspiraba hoy desaprueba y condena. ¿Podrá un retrato cambiar de actitud o será un mero reflejo de las inquietudes de mi alma?
Sin querer me siento traicionándome a mi misma, y celebro que Miranda sólo asome el rostro en este cuadro porque si tuviese espada me la clavaría en el pecho, en los ojos ¡y en las manos!

Mis ideas no son mías
Mi voluntad es ajena y desvariada
Mis sueños son prestados
y la sonrisa... cada vez es más lejana

A qué le temes? -pregunta Miranda-
Y el hielo que sube por mi espalda secuestra cualquier posible respuesta.
Él continua.- El miedo es una valija que deberías olvidar en cualquier esquina, el miedo es enemigo de la libertad, ¡Y nosotros amamos la libertad! vuelve de donde sea que te encuentres perdida, Vuelve a andar. Justicia y más Justicia, ese es el camino a andar. Coraje, Sabiduría y Belleza las armas que deberías usar.- y ante mis ojos se despide con suaves caricias vaporosas que se desvanecen junto a él.

Yo me pregunto, ¿Por qué no le ofrecí un café?
Me pides que no me pierda, justo ahora que no reconozco el camino
Me pides que no me pierda hoy, cuando mi rostro no es mio
Me pides que no me pierda... cuando estoy perdido.