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martes, 27 de octubre de 2015

Sus pupilas se incendiaron en el instante en que se encontraron cara a cara. ¿Dónde habías estado? se reprocharon ambos, segundos antes y después de consumirse con sagrada devoción. Se perderían en un infinito laberinto; ella lo buscaría a cada instante, el la desearía eternamente: En un cálido abrazo jurarian amor por siempre, olvidando que para la pasión son efímeros los juramentos. Morirán en el laberinto, perdidos y escuchando el eco de aquel juramento, que fue una simple broma del tiempo.
Fueron fogosos amantes hasta que la obligación comenzó a dormir en su cama... y a instalarse en su conciencia.
Guardó su corazón en un bóveda; venía la vida, no había tiempo para pasiones; Se hizo invisible desde entonces, tomó su copa y dijo ¡Salud!