Esa noche solitaria, el hada majestuosa se coló por la ventana, junto a ella la brisa y el común aroma de las noches de luna llena se instalaron en la habitación. Entretanto, él desde su cama y gracias a la luz que irradiaba la luna, sólo veía la silueta de los pechos desnudos y las caderas seductoras de la excitatriz hada. Su próximo parpadeo, sumamente prolongado, contrastaba con la velocidad con la que su cuerpo comenzó a necesitar de manera absoluta e inmediata la preciosa silueta que frente a él se posaba.
El hada, traviesa como todas, clavó en él su mirada radiante, celosa robó a la luna la poca luz que disfrutaba, y así convirtiose en lo único resplandeciente de aquel momento.
Sin ganas de resistirse e inmerso en el encanto del hada, entregó él toda su esencia… Entonces su prolongado parpadeo terminó y la hermosa excitatriz, hada o no, ya no estaba.
1 comentario:
no sé porqué pero veo tu hada como una especie de súcubo,tu escrito es romántico-seductor, me gustó,a veces yo suelo escribir cosas así pero entoncés me doy cuenta de que todo era sueño.
me gustaría invitarte a mi blog
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fabianmorales89@hotmail.com
besos
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