Grito de liebre: ¡Deshagan la caza!
El hombre, cazador innato,
con ojos dispuestos a advertir presas.
En los más experimentados, una mirada tiene la fuerza de una garra.
Para todas, el cazador es atractivo, atrayente, ansiado...
Caza con palabra y caricia, vende sueños inciertos
envueltos en mantos de libertades falsas,
porque le urge el roce, el rumor de compañía.
Actúa por instinto, con corazón y sonrisa.
Sorprende y ríe. Canta y ríe. Bebe y ríe.
Es cordero al sol, y lobo oscuras.
Es valiente o finge serlo,
portando su aguijón de plumas.
Es franco y directo porque tiene licencia para serlo.
Es libre y quiere atarte a su libertad, enlazando tus brazos arriba.
Y tu; tan presa y tan doncella, suspiras y sonríes
mientras le entregas tu vida.
Olvidando que la nobleza del cazador radica en sacarle las vísceras a la presa, para disecarla y convertirla en un adorno de su casa.
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